Arenga del cuerpo

Juan Manuel Roca


I
Ocurre que Roca me invade hasta el cansancio.
No me deja respiro, me hurga y examina como a un raro pajarraco: no le
basta con traerme noticias de su espejo.


II
Harto estoy de su cruenta dictadura, de su manía de exhibirme
por el mundo como un perro de lujo, como un galgo.

III
Harto estoy de que me habite, de que cambie el oro de mis días
por migajas de milagro.

IV
Ocurre que me invade con voces de ausentes, con jerga de poetas
que guarda en mí como si fuera un viejo y simple armario.

V
Por las noches me arroja en su cama como un pesado saco
mientras duerme a pierna suelta en sus laureles.

VI
Si no lo arrojo desde la terraza, es porque no quiero darle
el gusto de saltar conmigo al vacío, conmigo y la sombra
que llevo pegada a mi destino.

VII
Me aburren sus chistes —que conozco hasta el cansancio— 
y sus decires, y sus poemas, y ese aire seguro de pequeño
faraón de su pobreza.

VIII
Pero ocurre que a veces me desarma: hay que verlo cuando
me acerca a su muchacha, cómo se agazapa en mí, cómo
esculca en el bolsillo del corazón su mejor habla.

IX
El pobre Roca no tiene remedio.


Poemario del encierro, día 1 (marzo 20)