Una observación

May Sarton


Los jardineros auténticos no usan guantes
entre el roce gentil y la raíz tierna,
deben dejar sus manos anudarse mientras se mueven
con áspera sensibilidad
bajo la tierra, entre la roca y el retoño.
Nunca magullar o herir la fruta oculta.

Vi así las manos de mi madre cubrirse de cicatrices.
Ella, que podía sanar al amigo o a la planta herida
con el mismo vulnerable pero riguroso amor;
una vez me inquietó ver su rugosa belleza,
pero ahora me es dada su verdad para vivir,
mientras aprendo a solas que debemos ser firmes
si queremos movernos entre lo tierno con una mano abierta,
y seguir sensitivas hasta el fin,
pagar con algo de dureza por un mundo gentil.