Poesía vertical

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Hallé un hombre escribiendo en sus huesos
y yo, que nunca he visto un Dios,
sé que ese hombre se parece a un Dios.

Había en su gesto algo
equivalente a la norma o el olor del suicida,
un abismo o un silencio
que divide al universo en dos partes exactas y nocturnas.

Escribía en sus huesos
como en la arena de una plaza horadada desde arriba
y con la integridad de un ojo
que encerrara em sí mismo también al pensamiento.

Pero no pude mirar sobre su hombro
para ver qué escribía,
porque también en su hombro escribía.